Una de las formas de ver el amor es como una fuerza integradora y desintegradora al mismo tiempo. Ella une lo que debe ser unido y depura y desintegra lo que sobra.
Típicamente nos enamoramos, y caemos en el lado de la fuerza integradora del amor, así es como sentimos un profundo deseo de estar con la persona amada. Sin embargo, si no queremos renunciar a nuestro egoísmo (impidiendo que la fuerza depuradora actúe en nuestra relación) podemos terminar rompiéndola y separándonos.
Se ha dicho que el amor es el fuego de Dios. El amor como fuego califica todo de acuerdo a su más elevado arquetipo, y quema todo lo innecesario y falso.
Meditar en el fuego del amor, trae beneficios espirituales incalculables en nuestra vida.
Si bien hay muchos rayos o llamas diferentes, todas en el fondo son una y la misma. Invocar el fuego de Dios durante cualquier evento percibido como negativo de nuestro día a día, resulta profundamente liberador.
Trabajar con el amor es siempre sabio, pues él nunca se equivoca a la hora de establecer lo mejor para nosotros.